lunes, 23 de agosto de 2010

Después de un largo silencio


Por fin he sacado un rato para escribir en el blog, aunque más que falta de tiempo lo que he tenido ha sido falta de ganas. He seguido leyendo, eso sí, pero pensar en escribir la reseña de lo que leía se me hacía cuesta arriba, y eso que la finalidad de hacerlo no es sino recordarme a mí misma lo que voy leyendo, tener un archivo personal al que recurrir cuando no sé de qué va un libro que estoy segura de haber leído, pero ni por esas, no veía momento, de modo que se me han acumulado y ahora tendré que hacer un esfuerzo mayor, justo castigo a mi pereza.
El primero que leí fue "Retrato de un hombre inmaduro" de Luis Landero que nos habla del arte de contar la realidad como si fuera ficción y la ficción como si fuera real. Como escribe Landero “Diríase que somos hijos legítimos de la realidad y bastardos de la ficción”.
La primera persona domina toda la narración. Un hombre, en la que parece su última noche entre los vivos, nos habla desde la cama de un hospital y nos invita a escuchar el susurro de la vida cotidiana de un Chamberí que bien podría ser el cualquier barrio de cualquier ciudad, tan sólo tendríamos que mudar los nombres de los bares, las panaderías y los personajes para encontrarnos con realidades similares. Luís Landero afirma que todos los personajes de esta novela tienen un rostro real y eso se nota aunque podría ser sólo debido al oficio de Landero porque en toda la novela se percibe el trabajo del buen escritor que trabaja dando al relato una total naturalidad a veces con ironía, otras descaradamente divertida, otras, las más, seria, como si las peripecias fueran una película de Keaton. La risa como ejercicio saludable cuando la vida es sólo recuerdo, vivir la vida después de vivirla permite al narrador recrearse en los detalles, alargar los instantes y detenerse en las claves humorísticas.
La horas de la noche pasan y con ellas se adivina la llegada de la muerte, un buen momento para olvidarse de hipocresías y aferrarse a la libertad de decir lo que uno piensa sin temor al arrepentimiento postrero. La muerte para certificar la certeza de que la vida ha sido un fracaso, la misma muerte que regala “grandeza y brillo” a una vida “vulgar y sin relieve”, la muerte que a todos nos iguala.
“Retrato de un hombre inmaduro” es la historia de una vida, el hilo conductor que nos llevará por el curso palpitante de la realidad o por la placidez de la reflexión. Una mirada al pasado libre de prejuicios, la verborrea que precede al silencio.

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