

Debo decir que he leído este libro porque ha sido editado por la editorial Reino de Redonda de la que soy admiradora y de la que cuento con todos los ejemplares que va publicando, éste es el decimonoveno. Émile Erckmann y Alexandre Chatrian, los autores de este libro, son una pareja de escritores franceses de finales del siglo XIX que trabajaba conjuntamente bajo el "nom de plume" Erckmmann-Chatrian y que tuvieron mucho éxito en vida. Su popularidad se acabó cuando decidieron separarse, parece ser que su público seguía prefiriendo el mundo creado a cuatro manos más que el que cada uno construía por separado.
A mí me ha trasportado a un mundo de infancia, sobre todo porque es en esa época cuando te imaginas y recreas medio en sueños medio en vela esos lugares inhóspitos, húmedos, solitarios y brumosos que evocan situaciones que has vivido y en las que te sentías desamparado precisamente por ser pequeño y débil, pero en las que a la vez una pequeña luz que sale de una puerta entreabierta puede hacerte imaginar todo un mundo alegre y disparatado de diversión y placer. Ha sido como viajar en el tiempo y reencontrarme como testigo directo de un pasado que se fue y no volverá, sólo a través de los libros volvemos a vivirlo.